Reseña del documental “Lorca. El mar deja de moverse” de Emilio Ruiz Barrachina, por Eva María Medina Moreno

Empieza la película. Música, sonido de olas rompiendo en el mar, nubes bajas, y una voz femenina recita el poema “Asesinato”.

¿Cómo fue? Una grieta en la mejilla.
¡Eso es todo!
Una uña que aprieta el tallo.
Un alfiler que bucea
hasta encontrar las raicillas del grito.
Y el mar deja de moverse.
¿Cómo? ¿Cómo fue?
Así.
¡Déjame! ¿De esa manera?
Sí.
El corazón salió solo. ¡Ay, ay de mí!

(Federico García Lorca: Poeta en Nueva York)

Después, Lorca me saluda sonriendo desde un fotograma del pasado.
Barrachina me ha cogido por el cuello, y sigo el recorrido; unas veces disfrutando, otras con rabia, otras riéndome, algunos momentos apenada, otros sintiendo asco, impotencia…

El documental está compuesto por distintas voces, veinticinco personas, que aportan riqueza y objetividad al guión; y en el que se analiza, 70 años después, las causas de la muerte del poeta, las disputas familiares entre los García Rodríguez, los Roldán y los Alba, sus intereses, odios y venganzas; así como la época convulsa que vivieron. Al final, Barrachina nos relata las últimas horas de la vida del poeta y el posterior devenir de la familia Lorca y la familia Rosales.

El director trabaja dos años y medio basándose en las indagaciones del hispanista Ian Gibson (a través de testimonios orales de personas presentes o cercanas a los hechos) y en la investigaciones de los historiadores Miguel Caballero y Pilar Góngora (a raíz de documentos de archivo que habían sido inaccesibles durante muchos años) hasta desvelarnos el autor material de la muerte del poeta, Juan Luis Trescastro Medina, casado con una prima lejana del padre de Federico.

En lo referente a las distintas teorías sobre las causas del asesinato de Lorca, hay puntos comunes. Según Ian Gibson hay tres factores esenciales: el haber sido “rojo”, enemigo del nuevo régimen; su condición de homosexual y la envidia del pueblo español. El escritor Félix Grande coincide en estos factores, resaltando que al ser el granadino más universal −“una de las cabezas más visibles de la creación y la genialidad del mundo cultural español”−crea odio y en la Granada del 36 se mataban a todos los notables.

Con respecto a la trama familiar y política, Barrachina va deshaciendo un intrincado nudo hasta llegar a la verdad más dolorosa. Don Federico, el padre del poeta, era una figura importante en la ciudad− hombre progresista que hizo fortuna y que ayudaba a los campesinos−, por lo que había mucho odio hacia él. A principios del siglo XX, los García Rodríguez, los Roldán y los Alba son las tres grandes familias adineradas de la Vega granadina. Este hecho desata una rivalidad económica y social. Otra razón de estos roces de familia fue la venganza literaria de Lorca hacia los Roldán y los Alba al escribir La casa de Bernarda Alba y describir a sus familiares, sin cambiar sus nombres, con bastante ironía.

Federico pasó sus últimos días escondido en casa de un familiar de su amigo Luis Rosales. La orden de matarle fue una orden del ejército español en la zona durante la Guerra Civil, del general Queipo de Llano, por petición del gobernador Valdés. Ramón Ruiz Alonso detuvo a Lorca y Trescastro condujo al poeta hasta las proximidades del barranco de Víznar para su ejecución.

En 1940 la familia del poeta emigra a América. Luis Rosales nos cuenta que a partir de la muerte de su amigo, “no he creído ni volveré a creer, ni en la política ni en la sociedad, sólo en las amistades que quedan”. Federico llega a Granada el 13 de julio de 1936, y es asesinado en la madrugada del 19 de agosto de ese mismo año junto con otras víctimas de la guerra.

Termina la película. Música, olas rompiendo en el mar, atardecer, y una voz masculina recita:

Como el náufrago metódico que contase las olas
que faltan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar
errores, hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño
y le besa y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de
caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.

(Luis Rosales: “Autobiografía”)

No sólo en el contenido sino también en la estructura, Barrachina hace un trabajo excelente. Utiliza un gran número de materiales, tanto gráficos (periódicos, documentos inéditos, cartas…) como visuales (fotografías, imágenes de archivo de la época…); además de incluir fragmentos de la película de Juan Antonio Bardem, “Muerte de un poeta”. Todos estos elementos los ensambla sin que quede ninguna grieta, por pequeña que sea. Se recitan poesías de Lorca y de Luis Rosales que encajan en los fotogramas siguientes. Las entrevistas de los que conocieron o estudiaron al poeta se van aunando sin que cansen, incluso en algunos momentos uno de los entrevistados sigue el discurso del anterior, como es el caso de Félix Grande hablando de la popularidad de Lorca en el 36 y ese “sí, porque había estrenado algunas obras” del compañero de Federico en la residencia de estudiantes, José Bello. El documental tiene continuidad en la línea narrativa. Las localizaciones de las entrevistas son muy apropiadas, alternado interiores y exteriores de gran belleza. Entretanto, el pintor Luis Torroba nos pinta, a lo largo del documental, la imagen de Federico; en su mirada van a conjugarse el terror de la muerte y la fortaleza de su poesía. La música utiliza algunas de las canciones populares que había recogido y armonizado Lorca, como “Anda jaleo” y “Los cuatro muleros”. El engranaje es perfecto. Recomiendo que vean este documental, no les dejará indiferentes.

Nota del Editor: Este artículo fué publicado inicialmente el pasado 12 de febrero de 2007  en el Blog Escritores, que pertenece a esta misma plataforma de Blogs: la Plataforma Fronter ART.

Eva María Medina Moreno

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